Cada Día con Dios

Devocional Diaro

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Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 1 Corintios 3:8.

Cuando Cristo llamó a sus discípulos y los intimó a dejar sus redes, les dijo que haría de ellos pescadores de hombres. Con estas palabras quería decir que debían trabajar. Al comunicar la verdad a los demás, debían dejar caer las redes al lado derecho del barco. Con esto quería decir que debían trabajar con fe para salvar almas. Y al obrar en favor de los individuos, gracias a la providencia de Dios, lo harían también por las comunidades. No debían pensar que cada uno de ellos constituía un elemento distinto en la obra, siro como las hebras individuales de un gran conjunto, inseparablemente unido; como los eslabones de una cadena, relacionados con sus semejantes y con Dios.

El Señor desea que los jóvenes sean eficientes, obreros cabales, capaces de llevar el yugo de Cristo y de levantar sus cargas. “Sois colaboradores de Dios” nos dice. Los niños y jóvenes debieran tratar muy seriamente de progresar en comprensión y en su desarrollo mental; su propósito debería ser progresar de acuerdo con el plan de la adición tanto en las cosas espirituales como en las temporales. “Poniendo toda diligencia -dice el apóstol Pedro-... añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros y abundan, no os dejarán estar ociosos y sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. 2 Pedro 1:5-8...

El progreso en la verdadera educación no concuerda con el egoísmo. El verdadero conocimiento procede de Dios y vuelve a Dios. Sus hijos reciben para dar. Los que por la gracia de Dios han recibido beneficios intelectuales y espirituales tienen que llevar a otros, juntamente con ellos, a mayores alturas de excelencia a medida que progresan. Y esta obra, hecha con el propósito de promover el bien de los demás, contará con la colaboración de instrumentos invisibles. A medida que continuemos fielmente la obra, tendremos la elevada aspiración de lograr justicia y santidad, y un perfecto conocimiento de Dios. Nosotros mismos lograremos ser completos en Cristo en esta vida, y llevaremos a las cortes celestiales nuestros talentos desarrollados aquí, para continuar allá nuestra educación superior.—Manuscrito 108, del 1 de septiembre de 1898, “La educación superior”.

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